lunes, 27 de abril de 2009

De héroes y villanos

Os voy a contar un cuento. No es uno de esos que hablan protagonistas felices que comen perdices, no; Este es un cuento que habla de guerra, de muerte, de vencedores y vencidos y de como los vencedores crean héroes y villanos a su antojo. Un cuento, sin duda, no apto para niños.
Erase una vez, en un tiempo no muy lejano, un pequeño y apacible pueblo a las afueras de Madrid. Era este, a la sazón, un pueblo de mayoría republicana como toda la zona noroeste de la comunidad (quien lo diría ahora ¿verdad?) en el que la gente convivía en paz y armonía.
Hasta que comenzó la guerra. Unos meses después el bando nacional, tras una de las batallas mas sangrientas de la guerra civil, gana posiciones en la zona avanzando desde Brunete hasta que, a principios del segundo año de contienda, toma nuestro pequeño pueblo.
Como era menester en estas lides, cada población conquistada era "barrida" sin ningún miramiento de cuantos indeseables personajes (del bando contrario) en ella vivieran. Tanto fue así que en algunos pueblos, al termino de la contienda hubo que rellenar las casas vacías (las fosas comunes ya estaban demasiado llenas) con familias afines al bando de los vencedores.
Antes de que tamaña barbarie tuviera lugar en este bucólico enclave, en el transcurso de una de las numerosas escaramuzas consecuencia de la batalla de Brunete, fueron capturados tres soldados rumanos que colaboraban en el frente con las tropas de Franco. Juzgados por la máxima autoridad republicana en la zona, fueron fusilados en la cuneta de la carretera general a las afueras del municipio.
Poco tiempo después la villa quedó arrasada y todo aquel republicano que no consiguió huir al monte antes de perder la plaza, fue fusilado y enterrado junto a los demás "villanos" en fosas comunes de las que nadie (aún hoy en día) conoce la ubicación.
Sin embargo, mientras aquellos cientos de anónimos "villanos" continúan enterrados en sus anónimas fosas comunes, el lugar donde murieron estos tres "héroes" venidos del Este, fue consagrado a perpetuidad con una robusta cruz de granito (con toda seguridad tallada por manos republicanas en algún campo de concentración) por mediación de la cual, los que conocemos esta historia, recordamos a diario quien ganó la guerra y lo que sucedió en los años posteriores.

lunes, 20 de abril de 2009

Más o menos validos


Tenía los ojos y el pelo claro y un acento andaluz del norte de Europa que me resulto bastante gracioso.

- Al Aeropuerto. - me dijo
- Marchando. - Contesté despistado mientras el mozo del Hotel Palace cargaba el equipaje en mi maletero.
Sacó su Blackberry del bolso mientras yo la examinaba por el retrovisor. Joven, alta, guapa con unos ojos que... y un cuerpo de escandalo. Lo tenía todo.
Comenzó a hablar por teléfono dando ordenes a quien, supuse, sería su secretaría en algún paradisiaco lugar de la Costa del Sol.
- Tiene que estar todo dispuesto para la presentación del lunes no puede faltar ni un detalle. (Su acento me hizo sonreír de nuevo). Yo salgo ahora para Estocolmo tengo cita con el médico mañana a las 10:00, reunión con los suecos a las 12:30 y luego tendré que ir a visitar a mi madre, pero el domingo regreso. Recuerda llamar a todas las modelos para las últimas pruebas del domingo. - Colgó.
- No entiendo por que hay que estar encima de ellas, cuando yo desfilaba eramos nosotras las que teníamos que preocuparnos. - Dijo soltando un soplido hacía mi retrovisor.
Modelo tenía que ser pensé y me fije más atentamente en ella, en sus curvas, en su piel perfecta sin una sola arruga. No pasaba de los treinta y dos.
- ¿Como es que ya no desfilas?, eres muy joven aún y ya quisieran muchas de las niñas de ahora estar como tú.
- ¿Estas de coña verdad? - contesto mirándome airadamente.
Antes de que yo pudiera articular palabra el timbre de su Blackberry dio por zanjada la conversación. Pocos minutos después (con ella aún enfrascada en una refriega telefónica con no se que diseñador que aún no tenía listos no se que vestidos) llegamos a su destino.
Abonó el importe marcado por el taxímetro, me pidió un recibo por señas y abrió la puerta del taxi sin llegar a bajarse.
Como de costumbre me dirigí hacia el maletero para descargar el equipaje, preparando mi espalda para cargar al menos, con tres enormes maletas repletas de ropa de marca y abrí el portón. Pero esta vez me falló el instinto. Lo que vi allí me hizo comprender su extraña contestación "estas de coña verdad". Su equipaje solo consistía en dos bultos: un pequeño bolso de mano y una enorme silla de ruedas.

Juzgar por vosotros mismos, pero a mí toda esta historia me hizo sentir mucho menos valido.


lunes, 13 de abril de 2009

El habito no hace al monje



Diezmadas las filas de mi pequeño ejército familiar a causa de un virus (no el de la crisis, que también), decidimos cambiar nuestros delirios de sol y playa gaditanos por las nubes y el asfalto de Madrid. Osea que nos quedamos en casa por Semana Santa consumiendo con esmero toda la producción de celulosa de un mes de la firma Cleenex.

Es curioso el protocolo de actuación de los virus en el entorno familiar ya que van atacando a sus miembros de manera escalonada, de modo que cuando el primero comienza a mejorar, cae el segundo y así sucesivamente hasta llegar al último; momento este en el cual, si se mantiene una convivencia prolongada entre los miembros convalecientes y los afectados por el virus, caben muchas posibilidades de que dé comienzo una nueva vuelta.

Pues bien, el Sábado la Pandemia nos concedió una tregua, momento que aprovechamos para hacer algo de turismo urbano (por aquello de respirar un aire menos viciado que el de casa) y nos dispusimos a visitar el Palacio Real.

Terminada la visita y con el cuarto miembro de la tropa ya en estado febril, nos vimos atrapados por una turba de "guiris" curiosos que esperaban el inminente paso de una procesión. Ante la imposibilidad de continuar nuestro camino de regreso a casa (y de aplacar la curiosidad de mi pequeña), nos quedamos a presenciar el "Santo espectáculo".
Como por arte de magia, y escoltados por los Alabarderos Reales, un sinfín de personajes como salidos de una maquina del tiempo se materializaron ante nuestros ojos: Beatas de luto con mantilla, Cofrades mayores con su capa y todo, KKKpuchinos haciendo redoblar tambores... todo muy tradicional.

De pronto algo extraño llego a mis dañadas papilas olfativas. Durante una pausa en la que los capuchinos tamborileros quedaron parados frente a nosotros (estábamos en primera fila), detecte un embriagador perfume femenino procedente del más cercano. Extrañado presté mas atención a aquel habito puntiagudo que tamborileaba frenéticamente ante mí y cual fue mi sorpresa cuando advertí que unos preciosos ojos negros me observaban divertidos a través de unos pequeños orificios practicados en aquel cucurucho morado.
Sorprendido, bajé la vista hacia el holgado habito negro para descubrir no sin estupor, ¡ Dos prominentes bultos a la altura del pecho!.

Sacudí la cabeza aturdido, di un paso atrás para ver aquella contradictoria figura con mayor perspectiva y descubrí que el cordón morado (a juego con la caperuza, que todos llevaban a la cintura) marcaba el talle de la susodicha de un modo evidentemente femenino.

- ¡¡ COÑO, SI ES UNA TIA!! -dije demasiado alto justo en el momento en que los tambores daban un respiro a nuestros timpanos.

Las miradas inquisitivas del resto de los procesionantes y el codazo en las costillas que me propino mi febril esposa me hicieron tomar conciencia de lo desafortunado del comentario. No obstante cuando mire de nuevo a sus ojos note que sonreían y tras desaparecer uno de ellos en un guiño, desapareció toda ella envuelta de nuevo por el redoble de los tambores.

llamame enfermo, pero desde entonces la enfermera de estrecha bata blanca que vivía en mis sueños húmedos ha pasado a mejor vida.

jueves, 2 de abril de 2009

La pena máxima

Te miras al espejo y las cuarenta arrugas (una por año) que circundan tus ojos se burlan de tu juventud entregada a un propósito que no era el tuyo.

- "Lo hice lo mejor que pude"- Te dices, y no te engañas.

Te lavas, te vistes (otra vez te caben esos vaqueros tan chulos), te aplicas la crema anti-edad y sonríes con ironía cuando lees la etiqueta (si pudieras aplicarla también en el D.N.I...). Te sientes guapa. Estas guapa.

- "El D.N.I. es un mentiroso" - Te mientes.

Sabes que no lo es porque has vivido mucho desde que aquella adolescente que ahora sientes viva de nuevo, regalara (a golpe de pena máxima) los próximo cien años a su príncipe azul. Pero ahora son tuyos de nuevo, los cien que pasaron y los cien que vendrán.
Estas satisfecha aunque los oyes llorar cada día en un rincón de tu alma. Sabes que te lo debes, que te lo deben. Por eso le rompiste la boca a la puta Cenicienta y subiste a la moto del primer ángel del infierno veinte años más joven que tu sin pensar mucho en ello.

Tras miles de sueños sin realizar, tras miles de pañales manchados de tú juventud, tras miles de kilos de amor vertidos en esas cuatro paredes, sobre esas cuatro almas, te das cuenta de que no te arrepientes de nada.

- "Ellos ya viven por si solos, ahora me toca a mí." - Te dices, pero no te lo crees.

No puedes evitar imaginar como habría sido la vida de haber sido tuya la elección de tener (o no) tu primer hijo a los dieciséis.