
Esperaba sentado en la parada del bus. La blanca serenidad de los años, había comenzado a teñir sus sienes, pero en sus ojos vivos aún quedaba juventud. De su hombro, colgaba una mochila verde que contrastaba con el riguroso negro de su vestimenta.
Tenia un aspecto peculiar, así que decidí asignarle una identidad.Se llamará Manuel, me dije, y comencé a tejerle una vida a la medida de su aspecto.
Manuel, estaba algo pensativo, lo que me llevó a creer que recordaba a alguien querido. Era sábado por la mañana, el día de San Valentin, pero Manuel no tenia la cara de panfilo de los enamorados, de modo que creí que pensaba en su hijo, digamos... David, si ese sería su alguien querido. Pero no lo veía con asiduidad,(no tendría motivo para pensar en él). Decidí que estaba recién separado, y que esperaba el bus para ir a reunirse con él y aprovechar los pocos momentos que, un juez indolente, y una custodia no compartida, les dejaban para verse.
Si, irían al retiro, almorzarían los dos bocatas de chorizo que llevaba en la mochila verde, (la economía del separado, no da para mas), y al finalizar el día, lo llevaría de vuelta con su madre, cansado de jugar y con la mochila llena con la ropa, ya limpia y planchada, que David dejó en su ínfimo apartamento el día de su ultimo pase pernocta.
Este tipo es un buen padre, pensé.
Buceaba yo en el mar de mis conjeturas, cuando apareció el bus. El buen padre se levantó de un salto, y haciendo ademán de pararlo, detuvo la mano a la altura de sus canas, aprovechando para atusarlas con discreta coqueteria. Y lo dejó pasar.
Contrariado, miré el bus que se alejaba, y cuando estaba a punto de gritarle: ¡MANUEL, QUE DAVID TE ESTA ESPERANDO!, leí lo que rezaba el cartel publicitario del bus.
Cuando volví la mirada hacia Manuel, estaba moviendo los labios atropelladamente, y al terminar con su charla muda, hizo algo que desgarró de un tirón la vida que yo le habia tejido.
¡El tipo comenzó a presignarse!, y al compás del ultimo movimiento, el de la base de la cruz, bajó sofocado, la cremallera de su abrigo negro dejando al descuvierto...¡un alzacuellos!.
Dioooooos, se habia convertido con un solo gesto, en la antitesis de mi vilipendiado heroe imaginario, habia pasado de "el buen padre", al "padre Manuel", en un visto y no visto.
Ahora todo encajaba, negra vestimenta, el gesto pensativo, el rechazo al bus ateo... todo menos una cosa, ¿que coño lleva un cura en una mochila verde?